lunes, diciembre 04, 2006

CAPÍTULO 2 / Relato encadenado

Marina, de momento, queda sumida en un profundo dolor, es como si se le hubiera roto algo en lo más profundo de sus entrañas, casi no puede soportarlo. Lo único que quería y admiraba en esta vida y lo había perdido. Enseguida reaccionó y pensó para sí que no podía consentirlo, tengo que hacer algo, se dijo, para recuperar lo único que me interesa de esta vida. No podré vivir sin ella.

Como un flash pasó por su mente la imagen de Don Indalecio, el librero. El sabía mucho de la vida, había corrido mucho mundo y además casi todo en su extensa biblioteca lo ponía en práctica. Sólo él podría, sabría y querría ayudarla a recuperar su amor, su orquídea de Madagascar.

Se encaminó hacia la casa y llamó por teléfono a don Indalecio, dejó que dieran todos los tonos pero éste estaría en la librería, porque no cogió el auricular.

Se puso su anticuada gabardina color gris y un pañuelo de flores también en tonos grises sobre la cabeza para no despeinarse con el viento. Y se encaminó hacia la librería.

Entró muy agitada. Don Indalecio se encontraba solo, no tenía ningún cliente, cuando vio el estado en ele que se encontraba doña Marina supo que había pasado algo.

-Tranquilícese, respire hondo, si no, no podrá contarme lo que ha sucedido.
-Una tragedia, una tragedia. Don Inda, estoy segura que solo usted puede ayudarme.
-Coja su abrigo y acompáñeme a mi casa.

Hoy es lunes, ha pasado una semana de este suceso. Úrsula pasa como todos los lunes seis veces por casa de Marina, aunque no es muy observadora y sólo se ve el jardín, nota algo extraño en la casa, parece no estar bien cuidado.

Ya, sentada en la plaza no puede dejar de pensar, recuerda que el pasado lunes vio entrar en la librería a Marina, pero esto no es nada extraño porque don Indalecio es el único amigo de Marina.

Rosita va a recoger a su nieto al colegio y se para a saludar a Úrsula, después de saludarla, enseguida le pregunta.

-¿Sabe usted donde se encuentra Don Indalecio, el librero? Hace días que no abre la librería y tengo que comprar a mi nieto uno de esos cuentos de antes, de esos de Calleja. No se para que querrán estos cuentos los maestros a estas alturas, con lo bonitos que son los de ahora, con tantos dibujos de tantos colores.

-Pues no lo sé , pero yo quería preguntarle si había visto usted a Marina, desde el lunes pasado que vino precisamente a la librería no la he vuelto a ver. Además su jardín cuando he pasado hoy he notado algo extraño. Bueno, no sé si extraño exactamente, pero no tan cuidado. Por ejemplo, la enredadera de campanitas está casi seca, no sé, esto me preocupa.

-No se preocupe, Úrsula, si usted me dice que Marina no está y yo que Don Indalecio tampoco, si faltan los dos, puede que estén juntos. A lo mejor cuando vuelvan tenemos boda.
-No, no, Rosita, ya a sus años no creo yo que se decidan.
-Sí, sí, ese arroz ya está más que pasado. Mira, mira, se aproxima la cuñada de Marina, pregúntele cuando pase, por si ella supiera algo, aunque no creo. Ya, ya llega.

Úrsula se pone de pie y saluda a doña Irene, la cuñada, y rápidamente, antes de que pase de largo, le dice:
-Doña Irene, ¿sabe usted algo de su cuñada?
-¿Yo? ¿De quién dice usted?
- De su cuñada Marina.
-¡Ah!, la de la mansión. No, nada. Bueno, adiós, buenas tardes, que llevo pirsa.

- Bueno, la cuñada no sabe nada.
- Úrsula, me voy, me acercaré a la biblioteca, a ver si allí tienen los dichosos cuentos de Calleja. ¿Para qué querrán estos?

Úrsula se quedó pensativa y triste, no entiende por qué le preocupa este asunto. Tampoco es que a ella le importe mucho dónde están estos dos. Allá cada uno con su vida, que ya son mayorcitos. Pero, ¿y si les ha sucedido algo malo? Por si acaso, ella cuando termine su jornada, se pasará por casa de Marina, llamará a la puerta y si no contesta, avisará a los municipales para que entren. Le puede haber pasado algo, sola en esa casa tan grande, porque tampoco sabe nadie si están juntos o no.

Cuando llegó la hora de recoger su puesto, lo hizo y se encaminó hacia la casa de Marina. Ni por un momento pudo imaginar lo que la esperaba.

(Lily)