viernes, noviembre 18, 2005

MIS PRIMERAS LECTURAS

Hasta que cumpli los ocho años, la biblioteca más extensa que conocí era la del colegio: un armario con llave y que sólo se abría los viernes por las tardes. Recuerdo que estaban todos los cuentos, la mayoria en cartoné , clásicos (Andersen, Perrault y los Hermanos Grimm).Con todos disfrutaba : La reina de las nieves, El soldaditoo de plomo o los duendes zapateros y blancanieves, todos eran buenos excepto "El patito feo" y "El traje nuevo del emperador".
El primero me sigue entristeciendo, es injusto que desde el momento de nacer seas rechazado por tu propia familia, su mádre y sus hermanitos lo llaman de todo: perezoso, desgarbado y feo, cuando no horrible o engendro y todo porque lo ven inferior. Y llegó el día en que el patito decide emprender un camino en el que sigue siendo objeto de burla por parte de quien se cruza a su paso, hasta que el cansancio lo acerca a otro grupo de animales que al verlo lo acepta y no por su fealdad, sino por su raza, todos eran cisnes como él.
Queda claro, desde el principio que es un relato totalmente racista donde queda patente el problema de la identidad.Hoy algunas editoriales capciosamente venden el producto disfrazando el título "Pilú el patito" o "Aventuras del patito", de cualquier forma nunca mejor dicho que aunque el mono se vista de seda mono queda.

Y que decir tiene "El traje nuevo del emperador", nunca conseguimos verlo mi amiga Rosario y yo, sin embargo, confeccionamos uno (recortable) y se lo pegamos, el atrevimiento nos costó un buen castigo ¡ qué más da!. Sinceramente no recuerdo cuando entendí del tejido que envolvía al rey, sí prefiero que los niños pinten ese traje porque lo invisible nos suele embarcar en viajes inalcanzables y la hipocresia, uno de los males que contagia nuestra sociedad tambiém se transmite.

Laly

Primeras Lecturas Infantiles.

Mis primeros recuerdos acerca de la lectura,creo que me vinieron de la mano de mi abuela paterna;ella era una mujer a la que le gustaba entretener sus tardes leyendo plácidamente a su primera nieta.Recuerdo, que todas las tardes, cuando llegaba,ya tenía preparado el cuento que iba a leerme; era un libro grande y voluminoso, que se titulaba Corazones Infantiles, y aún me acuerdo de algunas andanzas de Periquín, que era un niño muy desobediente y se metía en toda clase de embrollos.Después cuando tenía unos nueve años, los Reyes de Oriente me trajeron una inolvidable colección de cuentos, primero la de Cuentos de Andersen y luego la de Perrault, con los cuales aún me deleito leyendo y son una puerta abierta por donde se cuela mi imaginación. Pero cuando realmente disfruté de interminables horas de lectura, fue al descubrir un día,en cas de mi abuela, un pequeño tesoro encerrado en una enorme maleta antigua, al abrirla mis ojos se quedaron atónitos; mil y una colección de tebeos de la época esperaban en el fondo de esa maleta para ser leídos,y habia de todo:las primeras colecciones del Capitán Trueno, El Jabato,El Guerrero del Antifaz, Tintín, Roberto y Pedrín,Flecha y Pelayo...,aquel fue verano maravilloso donde el juego más placentero era correr todas las tardes a casa de mi abuela para sumergirme, sin miramientos, en aquella maleta repleta de cien mil aventuras que parecían no tener nunca fín.

Filo Isidoro Gómez.

No hay marcha atrás.

Nunca he entendido cómo pueden gustarme tanto los libros cuando en mi casa sólo veía novelas del oeste que mi padre cambiaba cada sábado en el quiosco y la colección completa de "Bianca" y "Jazmín" que mi madre guardaba celosamente en la cómoda de su habitación. El primer libro que leí del tirón lo saqué de la biblioteca de la escuela, "Aniceto el vencecangÜelos" se llamaba, y me gustó tanto que decidí quedármelo. Estuve mintiendo sobre su paradero hasta octavo.Después llegó Teo, y comencé a viajar con los ojos cerrados a su granja, a su colegio, a la playa,... la saga de los Hollister, los tebeos que Pedro Ángel me dejaba a escondidas de su tia Mercedes y el mortadelo que me regaló mi madre el dia que aprendí a atarme los cordones. Pero entonces llegó Platero y todo cambió. El ritmo y la magia en la que se sumergía aquella clase de cuarto de E.G.B. cuando leíamos en voz alta a Juan Ramón fue inolvidable. Aquello era literatura de verdad y ya no había marcha atrás. Engañé después a Platero con El Principito, a éste con los abrazos de Galeano y así hasta el punto de pensar que no me alcanzaría la vida para leer todo lo que otros habían escrito para mí.